Ediciones electrónicas

Historia de mis libros

(Publicado en Itinerario poético, Madrid, 1975)


4) ÚLTIMA HORA

En los primeros años del sesenta, la llamada "poesía social" entró en crisis. Creo que esto se debía, más que al agotamiento de sus posibilidades, a la increible difusión que logró pese a los malos auspicios con que había nacido. Al cansancio que produce cualquier corriente literaria dominante y a la proliferación de epígonos que, como ocurre siempre, acabaron por convertir en un cliché lo que había comenzado como un deslumbrante descubrimiento, debe añadirse que el clima de furor y esperanza en que había nacido la primera poesía social se había ido extinguiendo con el paso de unos años en los que no se produjo más cambio que el de una derivación de nuestro país hacia una incipiente sociedad de consumo. Una vez más pudo comprobarse cómo las superestructuras culturales dependen de la base socio-económica en que se producen. Así vimos cómo unos poetas que seguían creyéndose rebeldes al establishment fueron volviéndose acomodaticios.

En aquellas circunstancias, me pareció que era necesario volver a mis primeros principios y a las originarias e imborrables imágenes arquitípicas de que había partido en mi juventud. Sólo volviendo a empezar por donde antes había empezado, y no tratando de alargar una línea de marcha ya trazada, podría encontrar un nuevo camino y una nueva salida. Así, en 1962 publiqué "Mazorcas"; dos años más tarde su concomitante "La linterna sorda"; y (siempre obsesionado por un retorno a mis orígenes) di a la imprenta un libro escrito en 1934 ("Los poemas de Rafael Múgica") que conservaba inéditos, como aún conservo muchos de esa época: la que suelo llamar de "Rafael Múgica", es decir, anterior a 1936.

Muy pronto el neo-vanguardismo, que ya se respiraba en el aire, proliferó, y se manifestó en todo lo que, bajo sus apariencias de experimentalismo renovador, tiene de reaccionario y neo-capitalista. Y empecé a sentirme desconcertado.

Intenté una nueva puesta a punto de la poesía social aplicando ésta a la problemática de mi Euzkadi natal mediante una combinación de sus viejas leyendas con su actual efervescencia revolucionaria. Pero esto no podía tener un verdadero sentido mientras no me expresara en euskera, como lo hacía de niño, cuando aún no sabía el castellano. No obstante, tanto "Rapsodia euskara" como "Baladas y decires vascos" son dos libros nacidos de mi más profundo sentir.

Intenté después el realismo mágico con "Los espejos transparentes" (1968), añadiendo algunas incidencias sociales a lo que el fondo seguía siendo un neo-vanguardismo. Intenté el experimentalismo a ultranza y la poesía concreta con "Campos semánticos", escrito un poco al margen de mi ensayo "Inquisición de la Poesía" (1972), que es algo así como un examen de conciencia y n estudio de las posibilidades de la poesía. Intenté entrar en el jazz, que me apasiona, con "Música de baile" (1967); y en una comprensión de la nueva juventud con "Operaciones poéticas" (1971). Pero nada de esto me satisfacía.

La mejor expresión del problema que me preocupaba es "El Derecho y el Revés" (publicado bajo el título "Dos Cantatas", en 1963, y reeditado en 1973 por "Ocnos"). Si en "Lo demás es silencio" (1952) me planteaba un conflicto interior entre el existencialismo y el marxismo ahora, dentro de mí, enfrentaba al ingeniero y al mono o, digamos, a Prometeo y Epimeteo, al extrovertido y al introvertido, al activista y al quietista, o, como diría Koestler, al comisario y al yoghi. Y si la ruptura con el existencialismo fue para mí tan difícil y dolorosa, por no decir tan incompleta, como lo había sido antes mi ruptura con el surrealismo, entendido como una concepción del mundo y no como una bisutería literaria, "a la española", la separación del marxismo ortodoxo y militante supuso en mi vida un trauma no menos grave.

Cuando uno llega a mi edad resulta difícil superar ciertas desilusiones. Y aún cuando uno cree que explica quizá no haga más que racionalizar fallos vitales. No obstante puede que eso sea más honesto que explotar posiciones adquiridas.

En 1969 publiqué "Lírica de Cámara"; y en 1973, "Función de Uno, Equis, Ene." ¿A qué apuntan estos libros? Al decepcionante reconocimiento de que el hombre no responde a los modelos humanistas que, desde el clásico hasta el prometeico-marxista, se nos han dado. Más allá de cualquier transfiguración, racionalización, revolución o transformación posible, "Lírica de Cámara" gira en torno a la constatación de que, como la Física Nuclear nos muestra, estamos sumidos en un mundo de estructuras que funcionan al margen de cuanto humamente podemos comprender. Lo que llamamos "personalidad" (y no digamos individualidad o subjetividad) es una fantasmagoría sin sentido último. Y esta es la cuestión a la que se aplican tambien los poemas de mi libro "Función de Uno, Equis, Ene", en donde "Uno" es el yo aislado; "Ene", los otros o el colectivo y "Equis", un implacable e incomprensible orden que se rige según leyes o reglamentos no humanos: El del universo formado por unas micro y macro estructuras en las que nosotros desaparecemos, sin ser siquiera advertidos. Pues nuestras fabulaciones, personalidades, ideas o culturas históricas no responden a nada real. Quizá sólo el conflicto entre lo que llamamos mundo exterior y el Ello, entendido éste como un mundo de las pulsiones e instintos impersonales que nos identifican con la materia inorgánica, pueda explicar nuestras absurdas construcciones psíquico-ideológicas. Pero a fin de cuentas no tiene importancia. Siempre viviremos gobernados por algo que escapa a nuestra conciencia.

Todos nuestros heroicos combates y nuestros sabios debates parecen entonces una burla. "La corta tragedia (esribía Nietzsche en "La Gaya Ciencia") ha acabado siempre por servir a la eterna comedia de la existencia y "la mar de sonrisa innumerable" (por decirlo con Esquilo) acabará por cubrir con sus olas la mayor parte de esas tragedias".
Por eso, en cabeza de mi último libro de poemas ("La Higa de Arbigorriya") he puesto esta cita de Dostoievsky: "Pensé: Ha llegado el momento de tirarles una botella a la cabeza. Cogí la botella, y... me serví una copa."

Todo parece terminar así en una enorme carcajada. Y sin embargo, ¿por qué se muere uno más tranquilo cuando ha hecho todo lo que estaba a su alcance? Quizá se deba esto a una huella mnémica de nuestros milenios culturales. O quizá todo lo que últimamente he escrito se deba al agotamiento del pequeño sistema en que estoy constituido. Y quizá otros puedan vivir la aventura como si fuera nueva. Quizá. Ojalá. Pero hoy, si a mí me pidieran que resumiera mi vida, ofrecería este poema:



Biografía

                           No cojas la cuchara con la mano izquierda.
                           No pongas los codos en la mesa.
                           Dobla bien la servilleta.
                           Eso, para empezar.

                           Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
                           ¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
                           Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
                           Eso, para seguir.

                           ¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
                           La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
                           Si sigues con esa chica, te cerraremos las puertas.
                           Eso, para vivir.

                           No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
                           No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
                           ¡Ay sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
                           Y descansar: Morir.

 
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