A Grabiel 
 Lauro Olmo 
    
    GABRIEL CELAYA
    
    
    
    Claro de luz,
    
    lucía en su mirada
    
    el reflejo del mar.
    
    Era de risa fácil
    
    brotando de lo hondo,
    
    como si algo vital se desbordase.
    
    Yun "no sé qué" infantil, incontenible,
    
    a veces afloraba
    
    en su trato común.
    
    Quiso ser lo que fue:
    
    un hombre solidario
    
    que derramó en poemas su aventura.
    
    Y hoy, que ya no está,
    
    es su recuerdo
    
    una hermosa inscripción:
    
    Nada es el mar, hermanos,
    
    sin hombre que lo nade.
    
    
    
    
    Lauro Olmo
    
    (Agosto, 1992. Leído por su autor en el Ateneo de Madrid,
    
    con motivo del homenaje que se le tributó a Gabriel Celaya
    
    presentando el número especial de la Revista Zurgai
    
    -Bilbao, diciembre de 1992- dedicado a él)